viernes, 24 de febrero de 2012

Los senegaleses ponen en jaque a Wade

SENEGAL: PROTESTAS CONTRA EL PRESIDENTE ABDOULAYE WADE QUE SE PRESENTA POR TERCERA VEZ A LOS COMICIOS DEL 26 DE FEBRERO


Los disturbios motivados por la decisión del presidente de seguir en el cargo pese a que la Constitución no lo permite van a marcar las elecciones del 26 de febrero.



JOSÉ NARANJO (WWW.GUINGUINBALI.COM) / DAKAR (SENEGAL)
VIERNES 24 DE FEBRERO DE 2012.  NÚMERO 168

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Foto José Naranjo
El 27 de enero por la noche, el Consejo Constitucional de Senegal declaraba válida la candidatura del actual presidente Abdoulaye Wade a las elecciones del próximo 26 de febrero. En ese instante, un estallido de ira colectiva hacía temblar al país. Coches y casas quemadas, barricadas en las principales carreteras, jóvenes lanzando piedras a la policía... Por unas horas Senegal se asomó al abismo de la violencia. Desde entonces, las manifestaciones contra Wade se han cobrado la vida de cuatro personas, entre ellas un policía, y una parte de la sociedad senegalesa sigue en pie de guerra contra su presidente.
Senegal ha sido siempre un país tranquilo. Si lo comparamos con sus vecinos Guinea, Mauritania, Gambia, Liberia, Sierra Leona o Costa de Marfil, el caso senegalés es realmente ejemplar. Una democracia estable con alternancia en el poder, ningún golpe de Estado, un cierto nivel de desarrollo económico, buenas universidades, cierto peso en el contexto africano. Pese a ser un país de sólo 12 millones de habitantes sin grandes recursos naturales a excepción de la pesca y la agricultura, en los últimos años se ha convertido en un polo de atracción para empresas y gentes de todo el mundo.
Aumento de precios 
Sin embargo, más allá de la superficie anidan serios problemas que nadie ha sabido combatir, como la pobreza o el paro, que se suman a los recurrentes cortes de luz, el aumento de los precios y la inseguridad, la corrupción en todos los niveles y la percepción generalizada de despilfarro de dinero público. Y si encima tenemos a un presidente de al menos 85 años (hay quien asegura que supera los 90), que lleva dos mandatos en el poder (desde 2000) y que se quiere volver a presentar a las elecciones cuando la Constitución que él mismo reformó fija un límite de dos mandatos presidenciales, ya tenemos los ingredientes que pueden conducir a este país por una senda peligrosa.
La indignación espontánea del 27 de enero fue seguida por una serie de manifestaciones organizadas por el Movimiento 23 de junio (M23), que aglutina a asociaciones de la sociedad civil y partidos de la oposición para hacer frente al omnímodo poder de Wade y el Partido Democrático Senegalés (PDS). Sin embargo, la llama se ha ido apagando y los candidatos que hasta hace unos días hablaban de “golpe de Estado constitucional” ya están metidos en la harina electoral y haciendo campaña por las ciudades del país como si se tratara de unas elecciones normales.
Los únicos que aún mantienen encendida la llama de la protesta son los raperos y periodistas que crearon el movimiento Y’en a marre (¡Basta ya!, en español). Para esta semana han organizado lo que ellos denominan “operación Fanane”, que no es otra cosa que acampar en la plaza del Obelisco de Dakar hasta que Wade retire su candidatura, intentando convertirla en una especie de plaza Tahrir a lo subsahariano. Su capacidad real de movilización de la población está aún por verse, pero si en Senegal se produjera un cambio en ellos estará, sin duda, el germen.
El gran temor de buena parte de la sociedad senegalesa reside no sólo en que Wade se vaya a presentar a las elecciones, sino en lasospecha de que prepara un enorme fraude electoral que le conducirá sin grandes sobresaltos a un tercer mandato. En las últimas elecciones presidenciales de 2007, Wade obtuvo una aplastante victoria con más del 50% de los votos en primera vuelta, cuando las encuestas no le daban ni el 30%. ¿Error estadístico? ¿Fraude? Los partidos de la oposición y expertos que han auditado lo ocurrido en 2007 están convencidos de lo último. Por eso ahora se temen que vuelva a ocurrir.
Wade ha obtenido logros en sus doce años en el poder, eso es indudable, sobre todo en materia de infraestructuras (carreteras, universidades, hospitales, etc). También es cierto que cuenta con los apoyos de una parte de la sociedad, entre ellos de la importantísima cofradía mouride de la que forma parte. Pero existe una amplia mayoría que está harta de “El Viejo” (como se le conoce). Y si el hartazgo de esa mayoría no se traduce en movilizaciones populares más amplias se debe, en buena medida, a que Wade es el candidato más poderoso. Que reparta billetes de 5.000 francos CFA –moneda de 14 países africanos– en sus mítines sólo es una anécdota de la inmensa compra de voluntades que ha llevado a cabo este veterano de las lides políticas.
Antes de la jornada decisiva del 26 de febrero, una especie de inquietud flota en el ambiente. Potencias extranjeras con muchas y buenas relaciones con Senegal, como Francia y EE UU, han hecho llegar a Wade el mensaje de que se vaya, que deje paso a nuevas generaciones, lo que ha generado una airada reacción del entorno del presidente. Hasta ahora, el único relevo en el que piensa Wade es en dejar bien situado a su hijo Karim para una hipotética sucesión en el poder. De hecho, ya dirige cuatro ministerios. Y el propio Wade ha dicho que sólo necesita tres años más para cumplir su proyecto político para Senegal. ¿Y los otros cuatro años de mandato qué? Esta tentación dinástica, la conversión de Senegal en una monarquía, es lo que no perdona la gran mayoría de los senegaleses a Wade.Al igual que el waxwaxeet (frase en wolof que equivale a “donde dije digo, digo Diego”) que supuso anunciar que no se volvería a presentar a las elecciones y luego cambiar su decisión.
Hasta ahora, las protestas no han llegado a incendiar Senegal. Pero flota en el ambiente una electricidad extraña. La oposición ha prometido que no habrá elecciones con Wade, pero el tiempo sigue corriendo en su contra. La policía se ha empleado con dureza en la represión de las manifestaciones, incluso disparando fuego real, y el presidente parece tenerlo todo bajo control. Sin embargo, nada es descartable. Ya lo dijo hace unos días el portavoz del Gobierno, “si el pueblo senegalés sale a la calle, eso no hay poder que lo resista”.

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